viernes, 24 de junio de 2016

El regreso de Ulises a Ítaca (2ª parte)

Ulises no deja de pensar en regresar a su hogar. Circe lo sabe y llega un momento en que se da cuenta que es absurdo retenerlo por más tiempo a su lado. Entonces le aconseja que visite a Tiresias, un adivino que puede ayudarle a encontrar el camino de vuelta a Ítaca.

Ulises parte en su busca, sabe que tiene que encaminarse hacia el límite del mundo, cavar una zanja, llenarla de regalos y sacrificar una oveja y un carnero negros en honor a Perséfone y Hades, soberanos del inframundo.

Palacio de Circe
Palacio de Circe

El héroe parte decidido en busca del adivino y después de realizar todo lo que le había apuntado Circe, de la zanja que había cavado comienzan a emerger las almas de los muertos, lanzando terribles quejidos. Ulises, atemorizado se aleja de ellas, pero antes reconoce a su madre, que le comunica que ha muerto de tristeza por su ausencia. En ese momento su deseo se cumple y aparece Tiresias.


Siguiendo los consejos del adivino


Tiresias le dice que él y sus hombres deben partir rumbo a la isla de Tinacria, donde vive el dios Sol, Helios, y aunque viesen ovejas y el hambre les apremiara, no debían tocar un solo animal. De ese modo, regresarían a su hogar.

Mago

Ulises vuelve con Circe y le cuenta las instrucciones del adivino. La hechicera entonces le aconseja lo que debe hacer para superar todos los obstáculos que encontrará en su camino de vuelta a Ítaca.



El encuentro con las sirenas


Las sirenas son la perdición de muchos viajeros del mar, pero Ulises ha sido advertido por Circe y ordena a sus hombres que se tapen los oídos con cera y a él que lo aten fuertemente al mástil del barco, con los oídos libres.

Sirena

En su encuentro con las sirenas, el héroe hace todo lo posible por desatarse, vociferando en su locura para que sus hombres lo liberen, pero éstos no le obedecen. De este modo sobrepasan el primero de los peligros y las sirenas caen derrotadas al no conseguir su objetivo.


La isla del dios del Sol


Llegan a la isla del dios Helios, Trinacia, y Ulises recuerda a sus hombres la prohibición de tocar un solo animal de ese lugar. Paran a descansar unas horas, con tan mala suerte que se levanta un huracán y es imposible hacerse a la mar durante 30 largos días.

Poco a poco los alimentos van desapareciendo y el hambre comienza a aparecer. A pesar de ello, Ulises les recuerda continuamente a sus hombres que no deben tocar ni un solo buey, ni una sola oveja. Pero el apetito puede más y una noche que Ulises duerme, Euriloco y el resto de los hombres matan a un buey y sacian su hambre. Ulises se enfurece al descubrirlo, pero ya nada puede hacer. Cuando a los pocos días el mar vuelve a la calma, emprenden de nuevo el viaje.

Relieve troyano que representa a Helios, Museo de Pérgamo (Berlín)
Relieve troyano que representa a Helios, Museo de Pérgamo (Berlín)

El dios Helios al ver que habían dado muerte a uno de sus animales, monta en cólera y marcha a contárselo a Zeus, que ordena a los vientos que levanten una inmensa tormenta que arrastre el barco del héroe. En el vendaval perece toda la tripulación, excepto Ulises.

Durante nueve días está a la deriva, en manos del oleaje y la suerte, hasta que llega a la isla de Ogigia, donde habita Calipso, una ninfa marina de enorme hermosura. Ésta se enamora de inmediato del visitante inesperado, le ofrece bebida y comida, y consigue que Ulises permanezca con ella durante siete años.

Beariz Moragues - Derechos Reservados


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